El propósito que da
significado y dirección a la existencia de la humanidad es la transformación.
Esta transformación debe ser promovida simultáneamente en cada individuo y en
la sociedad en general. La transformación a nivel personal implica estar en un
proceso constante de desarrollo de las dimensiones físicas, intelectuales y
espirituales inspiradas por el amor y un espíritu de servicio hacia la
sociedad. La transformación social significa el compromiso para el establecimiento
de un nuevo orden social basado en principios de justicia, unidad, paz y amor.
Para lograr este noble
propósito, la humanidad cuenta con un importante instrumento, que es la
educación. Pero surge la interrogante: ¿Cómo debe ser esta educación? Desde
luego debe ser una educación que promueva el desarrollo de las potencialidades
latentes de los individuos y los motive a dedicar sus vidas y sus capacidades
para velar por el bienestar de la humanidad, contribuyendo activamente al
establecimiento de un nuevo orden mundial en continuo proceso de
transformación.
Para que la educación
pueda cumplir con este propósito debe promover un aprendizaje que esté basado
en la convicción de que los alumnos como seres humanos tienen una nobleza
esencial y están dotados de infinitas potencialidades físicas, intelectuales y
espirituales. Estas potencialidades
pueden convertirse en realidades vivientes por medio de un aprendizaje
significativo que les permita desarrollar sus capacidades para participar
activamente en la edificación de una civilización en continuo progreso.
Otro de los elementos que
contribuye a que la educación promueva transformación personal y social es la
implementación de un proceso de aprendizaje que permita a los alumnos
internalizar los temas de estudio y los capacite para aplicarlos en su propio
proceso de transformación y en servicio a la colectividad; es decir, que el
aprendizaje debe ir más allá de la simple memorización de trozos sueltos de
información.
Por tanto, para que el
proceso de aprendizaje sea potencializador, debe estar basado en objetivos de aprendizaje. Sus
actividades deben ser definidas tomando en cuenta los cuatro momentos del ciclo
de aprendizaje, y debe incorporar metodologías participativas apropiadas, según
los contenidos y las características de los alumnos. El resultado, desde luego,
será un aprendizaje dinámico y significativo.
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